Desde los cerros tucumanos al firmamento: el imponente cielo del Observatorio Astronómico Ampimpa
Allí, en un balcón natural sobre los Valles Calchaquíes, el Observatorio Ampimpa abre las puertas del universo. Las estrellas se vuelven maestras, la montaña un templo, y el visitante un aprendiz del asombro. Dialogamos con el Lic. José Francisco Paz, director del área científica del observatorio.
Vaneloga
La ciencia se arrodilla ante el cosmos
Nacido entre 1985 y 1986 bajo el influjo del cometa Halley, el Observatorio Astronómico Ampimpa se alza majestuoso a 2.560 metros de altura, en el kilómetro 107,5 de la Ruta Provincial 307, allí donde la montaña se funde con el cielo.
Desde su creación, este enclave de los Valles Calchaquíes se convirtió en un auténtico faro de conocimiento y asombro: un punto de encuentro entre la mirada científica y la contemplación poética del universo.
Su emplazamiento privilegiado, libre de contaminación lumínica, permite una visión prístina del firmamento que pocas regiones del planeta pueden ofrecer. En esas noches de silencio profundo, la Vía Láctea atraviesa el cielo con una claridad sobrecogedora.
Hoy, Ampimpa no solo conserva su espíritu de observatorio, sino que encarna una experiencia integral. Su nuevo telescopio de gran potencia amplía las fronteras de la astrofotografía y acerca el cosmos a quienes lo visitan. En paralelo, la institución refuerza su compromiso ambiental con energía limpia, conservación de flora y fauna autóctonas y programas educativos que despiertan vocaciones.
En esta entrevista exclusiva, dialogamos con el Lic. José Francisco Paz —director del área científica, del observatorio— para conocer cómo se mantiene ese delicado equilibrio entre divulgar ciencia, recibir viajeros exigentes y ofrecer una experiencia que emociona.
El Observatorio de Ampimpa nació con un propósito científico, pero hoy también es un destino turístico y espiritual. ¿Cómo logran mantener ese equilibrio entre la divulgación astronómica, el turismo responsable y la experiencia emocional que viven quienes llegan hasta allí?
En Ampimpa convivimos con tres dimensiones: la ciencia que explica, el turismo que acerca y la espiritualidad que conmueve. Entendemos que cada visitante busca algo diferente, con motivaciones muy diversas.
Como institución dedicada a la divulgación científica, nuestro rol principal es comunicar la ciencia de manera rigurosa y accesible. El desafío está en cómo lograrlo conectando ese conocimiento con el turismo y con lo espiritual.
Creemos que el interés por la ciencia es algo innato en el ser humano. Todos tenemos un “chip” que nos impulsa a hacernos preguntas y a buscar respuestas. Desde chicos nos cuestionamos todo, y con los años vamos comprendiendo mejor el mundo que nos rodea. Ese interés por lo científico ya está incorporado; lo que necesitamos es saber comunicarlo.
Por eso, en el Observatorio de Ampimpa todos somos docentes en formación continua, siempre capacitándonos para transmitir los conceptos científicos de una forma que emocione y conecte con las personas.
Estar en medio de la montaña ayuda mucho. Mientras uno aprende, también disfruta de un paisaje rodeado de cumbres, con el canto de las aves como música de fondo. A veces se pueden ver cóndores, zorros o cuis, y entender la importancia del monte y la necesidad de cuidarlo. Todo eso favorece una conexión profunda con lo espiritual.
Lograr que ese conjunto de experiencias —la ciencia, la naturaleza y la emoción— funcione como un atractivo turístico integral es el desafío que afrontamos todos los días.
Cada año reciben viajeros de todo el país y del mundo ¿Qué expectativas traen esas personas cuando suben a Ampimpa? ¿Qué preguntas te hacen más seguido? ¿Y qué es lo que más los asombra del lugar cuando finalmente miran el cielo desde esa altura?
Muchos vienen con la expectativa de ver el cielo de una forma distinta, sin luces, sin ruido, solo con el sonido del viento, desconectar del ruido de la ciudad y de todo el estrés diario. A veces el cielo ayuda, otras no; la naturaleza decide esa noche si habrá nubes y si podremos ver astros o no… eso algunos lo entienden, otros no jaja, pero la principal expectativa es ver a los astros por el telescopio, encontrar las constelaciones y conocer las historias de las mismas.
Las preguntas más frecuentes suelen ser las mismas que todos nos hicimos alguna vez: ¿Qué hay más allá? ¿Estamos solos? ¿Qué tan lejos están las estrellas? ¿Alguna vez vieron algo raro? —y nosotros como institución damos la respuesta en base a lo científico como única fuente—.
Pero lo más hermoso ocurre cuando levantan la vista y se encuentran con la inmensidad del cielo del Valle Calchaquí, con la Vía Láctea cruzando el horizonte. En ese momento, el asombro es total. Algunos se emocionan, otros se quedan en silencio. Es una experiencia que trasciende la simple observación: es una vivencia de conexión con el cosmos y con uno mismo.
¿Qué sentís vos cada vez que levantás la vista hacia ese cielo? ¿Se conserva el asombro, incluso después de tantos años de trabajo? ¿Y cuáles son las mayores dificultades de mantener vivo un espacio tan privilegiado, en medio de la montaña y del silencio?
A pesar de los años, el asombro nunca se pierde. Cada noche tiene algo diferente: una conjunción, un meteorito, una nube que cambia el paisaje.
Sigo sintiendo lo mismo que la primera vez que miré ese cielo desde Ampimpa: una mezcla de pequeñez y de pertenencia al universo.
El mayor desafío es mantener este lugar vivo, cuidarlo del tiempo, del clima y de los cambios que trae el turismo. Vivir y trabajar en la montaña implica mucho esfuerzo, pero también es un privilegio; el cuidado depende de todos. Tenemos un solo mundo, entonces tratamos de transmitir ese mensaje a todo turista que se acerca al observatorio.
Porque cada vez que cae la noche y las estrellas comienzan a aparecer, todo cobra sentido otra vez.
Un lugar tan maravilloso, con una propuesta tan cautivante, no puede ser otra cosa que un espacio cuidado y amado por todos los que hacen posible su funcionamiento.
El Observatorio Ampimpa es, sin duda, una invitación ineludible: la de visitar el universo sin salir de Tucumán, dejarse envolver por su magia y mirar el cielo con los ojos del asombro.
MIRADA ARGENTINA





