La soledad no deseada

Zygmunt Bauman, filósofo: “El principal miedo que tiene el ser humano, aunque no lo reconozca, es a quedarse solo. Es su peor pesadilla”

Somos seres sociales y uno de nuestros mayores motivos de felicidad es crear lazos fuertes con los otros. El filósofo y sociólogo Bauman lo supo interpretar muy bien, desvelando uno de los grandes temores de nuestros días.

Zygmunt Bauman (1925–2017) fue uno de los mejores analistas de nuestro tiempo. Este sociólogo de origen polaco vivió guerras, exilios y persecución. Y vio cómo el siglo XX derribaba certezas. Es el creador de la célebre metáfora de la modernidad líquida: un mundo de vínculos precarios, identidades inestables y cambios acelerados donde lo sólido se disuelve. Escribió Modernidad líquida y Amor líquido y desde entonces no han hecho sino aparecer títulos que lo referencian: memoria líquida, política líquida, etc.

Y en ese paisaje describió una paradoja: estamos hiperconectados y, sin embargo, hambrientos de compañía real. No le fascinaban los likes, ni los contadores de amigos digitales; le preocupaba lo que esconden: el temor de fondo a ser abandonados, a no pertenecer a ninguna mesa, a ningún grupo.

“Esa es su peor pesadilla, aunque muchos no lo reconozcan”, decía en una de sus últimas entrevistas en el programa Salvados. Lo veía todos los días: vínculos frágiles, comunidades sustituidas por redes sociales o conversaciones difíciles e importantes aplazadas por notificaciones.

Bauman no demoniza estar a solas. No es lo mismo estar solo que sentirse solo. Señala la soledad no deseada. Esa es la que duele y desgasta. La que se instala, aunque no nos falte gente alrededor. Por ejemplo, la del hombre solitario en medio de la ciudad, la de las personas que se sienten solas, aunque tengan gente alrededor. Y que no se cura con más ruido.

¿Qué nos propone Bauman?

Bauman nos habla de la importancia de construir relaciones. Algo más difícil y más fecundo frente al miedo: construir pertenencia. Hacerla, no esperarla. Pertenencia en lo pequeño: una rutina compartida, un “¿cómo estás?”. Pero no un “¿cómo estás?” automático. Con significado e interés genuino.

La pertenencia no se ha de confundir con compañía de consumo. No es entrar en un bar a beber y saludar a convecinos de barra con los que no te une nada. Pertenencia es que te sostengan cuando no tienes fuerzas y que tú sostengas cuando le toque al otro.

Y también nos pide reconciliarnos con otra palabra: solitud. La solitud no es abandono; es estar a solas sin sentirse roto. Es apagar el ruido para escucharte. También hay que tener momentos para nosotros, con un cuaderno para apuntar ideas, con un paseo o la lectura lenta.

Esos momentos para nosotros dentro de esa protección que es la comunidad. Sin solitud, la comunidad se vuelve refugio ante el miedo; sin comunidad, la solitud se vuelve desierto. La salud mental está en el equilibrio entre las dos.

Formas de aplicar sus enseñanzas

El aislamiento, la inseguridad en las relaciones y el temor existencial a la exclusión social aparecen de forma recurrente en los escritos de Bauman. Es una realidad que no podemos obviar. Afortunadamente, hay formas de superar el miedo a estar solo y crear lazos sólidos en cualquier época de la vida.

Se suele decir que no hay amigos como los que forjas en la niñez. Sin embargo, es un tópico. Incluso en la vejez puedes encontrar buenas relaciones. Pregunta si no a los empleados de una residencia de ancianos.

Para conseguir esos vínculos has de poner de tu parte:

-No todo es casa, trabajo. Busca ese tercer lugar. Biblioteca, centro cívico, club de lectura, huerto urbano, parroquia, peña, asociación de barrio. No importa cuál, importa el volver. La pertenencia no nace en un día, nace de repeticiones pequeñas. La confianza tarda, pero llega.

-Las citas han de ser con significado. No dejes el móvil; domínalo. No lo tengas en la mesa. Demuestras a la otra persona que estás centrado en ella y en lo que te explica.

-Practica el desacuerdo sin ruptura. Bauman insistía en esto: las redes facilitan “eliminar” al otro cuando incomoda. La vida no. Aprende a disentir sin romper la relación, a preguntar antes de juzgar, y a pedir perdón con rapidez. Un vínculo que soporta el conflicto se fortalece. Uno que depende del aplauso constante se agrieta.

Frases de autoengaño

Y no confundas frases frecuentes con autoengaños. Te pongo tres ejemplos:

–“Estoy bien estando solo.” No es mala la soledad buscada, siempre que se sepa acompañado cuando de verdad se necesita. No hace falta grandes amigos o familiares: dos o tres personas.

–“No tengo tiempo.” No es una verdad entera. El tiempo no se tiene, se busca. Cinco minutos para una llamada. Veinte para un café al salir del trabajo. No lo sientas como tarea; míralo como un foco de bienestar.

“Las redes sociales también ayudan.” Son un medio, como el teléfono o como el correo. Sirven como puente si te acercan a un abrazo, a una risa compartida, a una cita real.

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