Muchos de los trastornos de los seres humanos que viven en ciudades desaparecerían con un simple paseo por la naturaleza.
Tradicionalmente, en el taoísmo y en multitud de culturas, los árboles son considerados como el eje vertical de toda la vida en la tierra. Sensibilizarnos con esa energía, despertar nuestro cuerpo y nuestra conciencia hacia ellos es un aprendizaje y una práctica sanadora que nos lleva a encontrarnos con nuestra energía primigenia y nos conecta con una sensación vibrante de limpieza interna.
Muchos de los trastornos de los seres humanos que viven en ciudades desaparecerían con un simple paseo por la naturaleza.
Antiguamente se creía que cada árbol poseía un espíritu propio con una energía especial que es capaz de transmitir a su alrededor y las personas buscaban esta energía para lograr el equilibrio. Los beneficios de abrazarse a un árbol son incontables, misteriosos pero fáciles de verificar si les prestamos atención, si los observamos y nos comunicamos con ellos mirándolos, en silencio.
Nos cargan de buenas vibraciones y nos dan su energía de manera natural. Los árboles nos ayudan a establecer contacto con el poder de la naturaleza de manera fácil y bella, nos relajan y nos llenan de una energía pura.
Los libros del Tao llamados Mantak Chia y Maneewan Chia hablan de que a lo largo de la historia, los seres humanos han usado todas las partes del árbol como remedio para curar. Y llegaron a algunas conclusiones respecto a los distintos árboles y su capacidad de sanar a los humanos. Los árboles grandes son los que contienen más energía. Entre los más poderosos se encuentran los árboles que crecen junto al agua corriente. Algunos son más cálidos o fríos que otros. Hay que practicar para distinguir las diversas propiedades de los diferentes árboles.
Árboles que sanan
1- Los pinos. Los mejores árboles para sanar son los grandes, en especial los pinos. Los pinos irradian energía Chi, nutren la sangre, fortalecen los sistemas nerviosos y contribuyen a prolongar la vida. También alimentan el alma y el espíritu. Los pinos son los “Arboles Inmortales”. La poesía y la pintura china antiguas están llenas de admiración por los pinos. Si bien los pinos son a menudo la mejor elección, se pueden usar muchos otros árboles o plantas.
2- Los cipreses y los cedros reducen el calor y nutren la energía Yin.
3- Los sauces ayudan a eliminar los vientos malsanos, a liberar la humedad excesiva del cuerpo, a reducir la alta tensión sanguínea y a fortalecer el aparato urinario y la vejiga.
4- Los olmos tranquilizan la mente y fortalecen el estómago.
5- Los arces persiguen a los vientos malsanos y ayudan a mitigar el dolor.
6- Las acacias blancas ayudan a eliminar el calor interno y a equilibrar la temperatura del corazón.
7- Las higueras de Bengala limpian el corazón y ayudan a eliminar la humedad del cuerpo.
8- Los canelos eliminan el frio del corazón y del abdomen.
9- Los abetos ayudan a eliminar cardenales, a reducir la hinchazón y a curar los huesos rotos más rápido.
10- Los espinos ayudan en la digestión, fortalecen los intestinos y reducen la tensión sanguínea.
11- Los abedules ayudan a eliminar el calor y la humedad del cuerpo y a desintoxicarlo.
12- Los ciruelos nutren el bazo, el estómago, el páncreas y tranquilizan la mente.
13- Las higueras eliminan el exceso de calor del cuerpo, aumentan la saliva, nutren el bazo y ayudan a detener la diarrea.
14- Los ginkgos ayudan a fortalecer la vejiga y alivian los problemas urinarios de las mujeres.
Para establecer relación con un árbol, y estar en comunión con él hay que mirarlo en silencio y enseguida se advierte la energía sanadora que brota de él. Intuitivamente sabrás qué hacer: puede que pongas tus manos en su corteza, que le abraces o que apoyes tu espalda, con todos los centros energéticos de tu columna vertebral, en su tronco y te llenes de energía. Es realmente sanador poder experimentar, poder vivir con intensidad, esta bella unión con los árboles.
Ecoportal.net
María Fernández de Córdova
¿Cómo te quedarías si tu médico de cabecera te recetara arte en lugar de paracetamol? La neuroestética es un campo de estudio emergente que fue definido por primera vez en 1999 por el neurobiólogo Semir Zeki. Sus investigaciones se centran en el estudio de cómo nuestro cerebro y nuestra biología cambian cuando se ven expuestas al arte. Uno de sus principales exponentes hoy en día es la profesora Susan Magsamen, directora del International Arts + Mind Lab en Instituto de Ciencias del Cerebro de la Facultad de Medicina Johns Hopkins. Coautora con Ivy Ross -vicepresidenta de diseño de productos de hardware en Google,- del libro Your Brain on Art: How the Arts Transform Us, lleva años estudiando el proceso por el que el arte amplifica nuestra salud física y mental, nos ayuda a aprender y a crear relaciones humanas profundas. “Las artes y las experiencias estéticas nos salvan”, afirma.
QUÉ ES LA NEUROESTETICA: ASÍ TRANSFORMA EL ARTE TU CEREBRO
“Nacemos con 100.000 millones de neuronas”, explica Magsamen. “Y entendemos y asimilamos el mundo a través de nuestros sentidos. El tacto, el olfato, el gusto, el oído -actualmente se cree que tenemos más de 50 sentidos, no solo 5- forman los sistemas sensoriales que encienden esos 100.000 millones de neuronas, y crean lo que se llama conexiones sinápticas. La transmisión sináptica es en realidad otra forma de decir que estas neuronas se conectan entre sí a nivel celular, y crean vías neuronales y esas neuronales Las vías atraviesan todo el cerebro para conectar todos los diferentes sistemas y circuitos y realmente nos ayudan a aprender, crecer y movernos. Todas nuestras emociones están ahí gracias a las vías neuronales”.
20 MINUTOS DE ARTE AL DÍA NOS AYUDAN A VIVIR MEJOR Y A SE MÁS FELICES
Magsamen recuerda la afición a tejer de su abuela como un ejemplo de las poderosas propiedades curativas del arte. “Mi abuela literalmente reconstruyo y volvió a unir su mundo tejiendo. Tejió para atravesar la muerte de su hija, las guerras mundiales, las alegrías y las tristezas- explica- Ahora sabemos que tejer es una actividad que calmar el sistema nervioso, ayuda al cerebro a crear conexiones que benefician a la memoria y nos permite a construir redes sociales”. Según la experta en neuroestética, tanto la realización de actividades artísticas como pintar, tocar un instrumento musical, coser o visitar una exposición, asistir a un concierto… Todo es arte que te transforma. “El arte es tan importante para la salud y el bienestar como el sueño y la gente no lo sabe”, afirma.
ARTE + HORMONAS DE LA FELICIDAD: PURA CATARSIS EMOCIONAL
Los movimientos rítmicos y repetitivos con las manos liberan serotonina, dopamina y oxitocina en el cerebro y alteran la actividad de las ondas cerebrales, lo que contribuye a crear en nosotros un estado más tranquilo y reflexivo. “Las artes desencadenan la liberación de neuroquímicos, hormonas y endorfinas que te ofrecen una liberación emocional. Cuando experimentas la realidad virtual, lees poesía o ficción, ves una película, escuchas una pieza musical o bailas, cambias biológicamente. Hay un intercambio neuroquímico que puede conducir a lo que Aristóteles llamó catarsis, o una liberación de emociones que te deja más conectado contigo mismo y con los demás después”, explica Susan Magsamen.
ARTE + LONGEVIDAD: 45 MINUTOS DE ARTE AL MES PUEDE AYUDARTE A VIVIR 10 AÑOS MÁS
Mucha gente piensa en las artes como un simple entretenimiento, pero para esta experta son actividades esenciales para nuestra vida. La pintura, la danza, la escritura expresiva, etc. Tienen beneficios demostrados en nuestra salud emocional: nos ayudan a lidiar con el miedo y el sufrimiento de manera constructiva; aumenta nuestra empatía hacia los demás y nos ayuda a no sentirnos solos -“Leemos para saber que no estamos solos”, decía ya C.S. Lewis- y nos hace más optimistas antes las adversidades al permitirnos entrenar nuestras emociones para las experiencias de la vida real. “Dedicar 45 minutos diarios al arte nos ayuda a reducir el estrés. Además, según la investigación de la autora, participar en una sola experiencia artística al mes puede extender su vida por 10 años”, explica la autora.
CÓMO CULTIVAR UNA MENTALIDAD ESTÉTICA
Para la profesora Susan Magsamen, que también codirige el NeuroArts BluePrint del Instituto Aspen, es miembro de la Royal Society of Artsy creadora de Impact Thinking -un modelo de investigación interdisciplinario que combina las artes, la ciencia y la salud- es clave cultivar una mentalidad estética. Desarrollado originalmente en el Instituto Max Planck, el concepto de mentalidad estética explora cuatro principios básicos que ayudan a las personas a comprender su relación con el arte, como creadores o espectadores. “Hemos hecho de las artes un lujo y las hemos enrarecido. Eso nos ha dejado a muchos -que estamos especialmente dotados par ello- sin una forma de encontrar significado y propósito, y creo que realmente sanar”. Pero todos podemos entrenar esta mentalidad trabajando estas cuatro características:
Ser curioso. Tener ganar de aprender cosas nuevas sin prejuicios.
Trabajar la exploración lúdica. Divertirte. Perder el miedo a experimentar el arte sin parapetarnos en que no lo entendemos o no se nos da bien. Y dejarnos sorprender por todo lo que nos comunica.
Entrenar la consciencia sensorial. Prestar atención a el impacto de la realidad en nuestros sentidos. Los olores, colores, etc, viajan desde nuestro órganos sensoriales a las neuronas y se conectan con la corteza olfativa del cerebro, una sección asociada con las emociones, la memoria y, bueno, las buenas vibraciones.
Cultivar la disposición a hacer o contemplar arte. Ambas acciones son válidas. A través de una variedad de investigaciones y estudios la autora demuestra cosas tan sorprendentes como las cualidades transformadoras del color -el azul y el verde pueden reducir la ansiedad- o la biofilia -el poder de conectarse con la naturaleza y los demás seres humanos-.
Por: Miriam Subirana
Para que nuestra vida tenga un sentido pleno es necesario comunicarse con honestidad con el Yo que todos tenemos dentro. Está en nosotros tomar las riendas.
Cuando somos sinceros, nos comunicamos con transparencia. No fingimos y llegamos al otro sin corazas. Esta sinceridad se fortalece cuando estamos alineados en pensamientos, palabras y acciones. En cambio, cuando nuestras palabras expresan un mensaje mientras nuestro cuerpo está transmitiendo otro, estamos desalineados. Esto indica que nuestro diálogo interior no es claro, ni fluido. Quizá ni siquiera nos planteamos esa conversación entre corazón y mente, entre intuición y lógica.
Decirse la verdad a uno mismo es difícil. Según Epicuro, los tres pilares de una buena vida son la cultura, la amistad y el diálogo basado en la palabra. Esta debe ser profunda y verdadera para que todo tenga sentido y contenido. La dificultad radica en la falta de diálogo sincero con uno mismo. Las causas que nos lo dificultan son varias.
Hay voces internas que nos hablan: el miedo, el ego, la avaricia, los deseos, el pasado… ¿a qué decimos sí y a qué decimos no?”
Espejito, espejito mágico…
Enfrentarse al espejo (literal y metafórico) a veces nos causa temor porque no siempre nos muestra un retrato amable de nosotros mismos. El espejo nos devuelve fielmente el certero reflejo de lo que exponemos ante él, mostrándonos no sólo lo bonito y virtuoso que hay en nosotros, sino también las heridas, cicatrices, arrugas, dobleces, manchas y hasta los pecados (del cuerpo y del espíritu). Somos todo eso, el conjunto, el todo que resulta de la suma de las distintas partes.
Nos parece complicado mirar hacia nuestro interior. No se nos ha educado en ello. La sociedad del consumo y del entretenimiento provoca estímulos que nos distraen, y nos olvidamos de nosotros mismos. Es lo que buscan muchas personas, mirar hacia fuera antes que ordenarse por dentro. Muchas caen en un consumismo fácil, que les arrastra además a una carga económica adicional.
“La mayor parte de las personas occidentales son más testigos que ciudadanos que participan y reaccionan”, me dijo recientemente Federico Mayor Zaragoza. Si mantuviéramos un diálogo sincero con nosotros mismos, adoptaríamos posturas más radicales, más transformadoras de la realidad. Dejaríamos de ser espectadores para ser actores que inciden en el mundo y lo transforman. Para ello, Gandhi ya nos dijo que “debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo”. El cambio empieza en cada uno de nosotros y se basa en ser sinceros con lo que queremos.
Hablarnos con honestidad
“El diálogo más difícil es el que debemos mantener con nosotros mismos” (Epicuro)
– Tememos ver nuestras sombras interiores, nuestros miedos y nuestra vulnerabilidad. Huimos de ello viviendo hacia fuera. “No te entregues a tus miedos -dice el alquimista en la obra de Paulo Coelho-; si lo haces, no podrás hablar con tu corazón”.
– Dedicamos poco tiempo a la reflexión y al auténtico diálogo. Tenemos conversaciones pendientes con nosotros mismos y con otras personas. Al irlas posponiendo, funcionamos más con el piloto automático, con patrones de comportamiento “habituales”. Las conversaciones sinceras nos facilitan ver con claridad lo que tenemos que conservar, mejorar o modificar. Hagamos una lista de conversaciones pendientes y dediquemos un tiempo para tenerlas. Dejemos de posponer y abrámonos al diálogo.
– Nos preocupa excesivamente la opinión de los demás. Nos evaluamos basándonos en la visión que el otro tiene de nosotros. Pero seríamos más felices y tendríamos una mejor autoestima si nuestro sistema de autoevaluación se rigiera por nuestros valores, nuestra ética de la responsabilidad y nuestro diálogo interior. Sin embargo, desde jóvenes aprendimos a depender de la aprobación ajena. Cuando hacíamos algo correcto según su mirada, se nos consideraba buenos. Y confundimos esa mirada de aprobación con amor. Pero cuando hacíamos algo erróneo según su mirada, se nos etiquetaba de “malos” y se nos negaba esa ola de energía apreciativa. Así aprendimos desde la infancia a creer en “ser bueno” o “ser malo” y creció en nosotros el sentimiento de culpa, cuya esencia es el autorreproche moral.
Aunque preferimos culparnos que cambiar un patrón. Ser sinceros con nosotros mismos es ir a la raíz de lo que debemos arreglar. La culpa nos avisa de ello. Si nos disponemos a verlo, a dialogar y a aclararlo, vamos bien encaminados.
Estamos constantemente conversando con nosotros mismos. Incluso cuando no somos conscientes de ello, nuestra mente está en una cháchara constante. Cuando los pensamientos que creamos son inconexos entre sí, las palabras provocan ruido mental, que supone una polución de pensamientos inútiles y sin sentido. En esos momentos es bueno pararse, respirar profundo, centrarse y conectar con lo que sentimos. Así recuperaremos la sinceridad de la palabra que surge del corazón.
Ser sinceros con nosotros mismos implica escucharnos. Hay muchas voces internas que nos hablan, como son la voz del miedo, del ego, de la avaricia y los deseos, del pasado, de la autoestima, de los valores, de nuestros anhelos más profundos, además de las voces de las personas que tienen relación con nosotros y que nos dan su opinión. Para tomar decisiones adecuadas es necesario tener un buen discernimiento. ¿A qué decimos sí y a qué decimos no? Necesitamos estar centrados. Eso se consigue meditando.
También nos ayuda a decidir el tener claros nuestros objetivos. Así podremos evaluar cuáles de las oportunidades que se nos presentan nos acercan a lo esencial y cuáles nos alejan. Aunque en nuestra conciencia sabemos que a veces deberíamos decir “no”, decimos “sí” por miedo a ofender, a parecer incapaces, por vergüenza, para evitar un enfrentamiento o incluso por culpabilidad de no estar ahí para alguien. Entonces es un “sí” con sumisión, en el que nos dejamos llevar por la inercia.
Gandhi escribió: “Debemos negarnos a dejarnos llevar por la corriente. Un ser humano que se ahoga no puede salvar a otros”.
Nuestro yo interior
“Somos una conversación” (Hölderlin)
Tanto si decimos “sí” o si decimos “no”, cuando la decisión se basa en algún miedo, tendremos que justificarla e internamente nos sentiremos inseguros porque nuestro corazón no está ahí. Una decisión basada en el temor y con el objetivo de mantener una aparente seguridad, paradójicamente, nos mantiene inseguros por dentro. No hemos sido sinceros con lo que sentimos.
Se trata de aprender a decir “sí” o decir “no” con asertividad, con respeto hacia uno mismo y hacia el otro. Decir “no” con asertividad y con energía positiva implica que lo hemos reflexionado, que tenemos buenas razones para decir “no”. Nuestro “no” surge de una energía positiva y no del rechazo, ni del rencor. Sentimos empatía hacia la persona o situación. Pero le explicamos que no es el momento y le ofrecemos alternativas.
MARÍA FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA
El nuevo libro de la psiquiatra Marian Rojas Estapé -Recupera tu mente, reconquista tu vida (Espasa Calpe, 2024)- está pensado para captar tu atención: frases destacadas, ideas subrayadas, esquemas, dibujos y cuadros dirigen al lector por un viaje fácil y lleno de coherencia.
Experta en salud mental formada en la Universidad de Navarra lleva años estudiando la mente e intentando entender el optimismo, el cerebro, el estrés y la felicidad y bienestar. Como ella misma dice, “creo profundamente en el sentido del humor y en la necesidad de practicar el optimismo”.
Marián se adentra en nuestra mente para explicarnos por qué estamos impacientes e irritables, nos sentimos ansiosos y encontramos tantas dificultades para calmar los pensamientos. La experiencia profesional que esta experta acumula a través de su consulta en el Instituto Rojas Estapé es el hilo conductor de este nuevo manual.
“Estar sometido a un consumo dopaminérgico constante, contribuye a tener ansiedad e inestabilidad emocional”. (…) “La pantalla sirve de válvula de escape cuando estamos aburridos o nos sentimos solos o estresados, por lo que acaba atrapándonos. Necesitamos, necesitas, plantearte, desde la sinceridad más plena, qué buscas en la pantalla. ¿Es una herramienta de comunicación, un medio de información y un instrumento de trabajo o se ha convertido en tu refugio?”
“La pornografía recablea el cerebro de sus consumidores” (…) “El porno no es una droga que se consuma por la boca, la nariz o las venas, sino que entra por los ojos. De esta manera reconecta circuitos neuronales relacionados con la gestión de impulsos, la memoria y la corteza prefrontal. Existen todavía pocos estudios que evidencien las consecuencias, pero los especialistas nos encontramos con esta realidad con frecuencia, por eso hay un amplio debate para incluir la adicción al porno en los manuales de psiquiatría”.
“Muchas depresiones provienen de estados de alerta mantenidos” (175) “El miedo es un látigo que se instala en nuestro interior y nos golpea y quita la paz. Para acabar con él y no sentir ese bloqueo o esa tensión interna muchas veces evitamos ciertas situaciones. Nos quita capacidad de entendernos y nos coloca en un lugar en el que buscamos la protección y la supervivencia”. (…) Un sujeto con una personalidad equilibrada tiene los miedos justos. Una persona con heridas sin sanar tiene muchos miedos que le impiden conectar con lo mejor de la vida”.
“Es importante que venzas el miedo a hablar de la soledad si aparece en tu vida” (…) “Cualquier persona que sufre una experiencia desgarradora lleva en su alma una cierta fragilidad en sus futuras relaciones. Un tema de vital importancia es que tras un trauma nunca hay que quedarse solo. Nunca. He repetido esta idea en numerosas ocasiones”.
“El cortisol es una hormona cíclica, tiene su pico más alto por la mañana y el más bajo por la noche, para que en ese momento, puedas liberar melatonina” (…) “Un buen descanso se prepara dos horas antes de ir a la cama. Por eso, una correcta transición de actividad a inactividad es fundamental” (…) “Hace poco se descubrió que mientras dormimos se produce se produce un proceso detox, las neuronas disminuyen su tamaño para que quede más espacio y que el líquido intersticial pueda circular y barrer las toxinas y los desechos metabólicos al hígado, donde son eliminados. Es una limpieza en toda regla, que se lleva por delante la proteína beta amiloide, proteína pegajosa cuya acumulación está directamente relacionada con la enfermedad de Alzheimer”.
“El cerebro es hipersensible al alcohol. Si tienes problemas de atención, concentración y falta de energía, despídete de él, al menos durante una temporada”. (233)Y añade: “El alcohol está muy extendido en la sociedad. En muchas ocasiones escucho decir: A mi no me afecta, pero todos sabemos lo que sucede al cerebro tras ingerirlo: aturdimiento, falta de lucidez, atontamiento… Las resacas son estados de neuroinflamación transitoria. Si el consumo es crónico, el deterioro mental es inmenso”.
“Si limitas el estrés, trabajas en tu gestión emocional y sanas las heridas del pasado, estarás protegiendo tu inflamación cerebral”. (…) “Programa pausas durante el día. Así recargarás tu batería mental y disminuirás el riesgo de acabar en piloto automático, enfadado, saturado o buscando consumir productos dopaminórgicos” (…) “Necesitamos alternar entre concentración y distracción. A veces por responsabilidad o cabezonería nos obligamos a seguir a pesar de la saturación y el agotamiento, lo que genera una bajada de batería mental fuerte. Aprende a introducir pausas productivas. Al recargar la batería, recargas la corteza prefrontal y aumentas la motivación y tu capacidad para prestar atención. Si la batería está exhausta, tiendes a buscar lo simple, lo fácil, lo polarizado o lo sentimentalista”.
TELVA
Qué es la filosofía Omdenken y cómo puede cambiar nuestra vida
En un mundo donde la palabra “problema” a menudo evoca imágenes de obstáculos impenetrables y callejones sin salida, la filosofía Omdenken brilla como un faro de esperanza y creatividad. Originaria de los Países Bajos, esta corriente de pensamiento desafía la convención al invitarnos a dar un giro de 180 grados a nuestra manera de abordar los desafíos de la vida
El origen de Omdeken
El término “Omdenken”, que se traduce literalmente como “pensar al revés”, se basa en la premisa de que la resistencia y la frustración ante los problemas pueden transformarse en oportunidades para el crecimiento y la innovación. En lugar de enfrentar los desafíos de manera convencional, Omdenken nos insta a abrazarlos, incluso a celebrarlos, como catalizadores para el cambio positivo.
Una de las características distintivas de la filosofía Omdenken es su enfoque en la creatividad y la flexibilidad mental. En lugar de aferrarnos obstinadamente a una única solución preconcebida, nos anima a explorar una amplia gama de posibilidades, incluso las aparentemente descabelladas o contraintuitivas. Al hacerlo, desbloqueamos nuevos caminos hacia la resolución de problemas y descubrimos soluciones que antes parecían inalcanzables.
Abrazando la incertidumbre
En un mundo donde la incertidumbre es la única constante, Omdenken nos enseña a abrazarla con valentía y curiosidad. En lugar de temer a lo desconocido, aprendemos a ver la ambigüedad como un terreno fértil para la innovación y el crecimiento. Al dejar de lado nuestras expectativas y abrirnos a lo impredecible, descubrimos nuevas formas de abordar los desafíos que enfrentamos, transformando la incertidumbre en una oportunidad para la exploración y el descubrimiento.
Transformando conflictos en oportunidades
Uno de los aspectos más poderosos de Omdenken es su capacidad para transformar los conflictos en oportunidades de crecimiento y aprendizaje. En lugar de evitar el conflicto o caer en patrones destructivos de confrontación, Omdenken nos invita a ver las discrepancias como puntos de partida para una conversación constructiva. Al adoptar una actitud de apertura y empatía, podemos encontrar soluciones que antes parecían inalcanzables, transformando incluso las disputas más acaloradas en oportunidades para fortalecer nuestras relaciones y fomentar la comprensión mutua.
Aplicaciones en la vida cotidiana
La filosofía Omdenken no se limita a situaciones extremas o conflictivas; también ofrece un enfoque valioso para abordar los desafíos cotidianos. Desde encontrar soluciones creativas en el trabajo hasta mejorar nuestras relaciones personales, Omdenken nos ayuda a pensar de manera más flexible y abierta, desbloqueando nuevas formas de abordar los problemas y descubrir oportunidades donde antes solo veíamos obstáculos.
En un mundo cada vez más complejo y desafiante, la filosofía Omdenken nos ofrece un faro de esperanza y creatividad. Al desafiar nuestras suposiciones arraigadas y abrirnos a nuevas perspectivas, nos embarcamos en un viaje de descubrimiento donde lo inesperado se convierte en la norma. En este viaje, aprendemos a abrazar la incertidumbre con valentía y curiosidad, transformando los problemas en oportunidades y los conflictos en puntos de partida para una mayor comprensión y colaboración. En última instancia, la filosofía Omdenken nos recuerda que el simple acto de pensar al revés puede abrir un universo de posibilidades, guiándonos hacia soluciones innovadoras y transformadoras que antes parecían inalcanzables.
Las mujeres quienes han transmitido esta sabiduría de generación en generación, han sido guardianas de estos conocimientos ancestrales
Las mujeres quienes han transmitido esta sabiduría de generación en generación, han sido guardianas de estos conocimientos ancestrales y su papel como curanderas es de vital relevancia.
La medicina tradicional siempre ha estado a nuestro alcance, pero la ciencia occidental la ha frenado debido al desconocimiento que se tiene de ella.
Para nosotras como mujeres originarias la tristeza tiene que ver con la pérdida del alma, esta huida se manifiesta en nuestro cuerpo pues somos seres completos, es decir somos una en alma y cuerpo, no hay una separación entre ellos. En ese sentido es que nuestro cuerpo físico manifiesta ciertas dolencias, pero no estamos condenadas a la enfermedad. En nuestro propio contexto vamos a encontrar toda la nobleza y fuerza de las plantas para poder tratar esta angustia.
La tristeza se manifiesta de diversas maneras, aunque podemos encontrar puntos en común, por ejemplo: inapetencia, insomnio, llanto, nostalgia, anhelo, un anhelo doloroso pues, fatiga, miedo…
Sentir tristeza es un proceso natural en nuestras vidas que nos hace crecer, renovarnos, reconstruirnos y replantearnos quienes somos, sin embargo, sentirla es una de las vivencias más dolorosas que podemos experimentar. Las hierbas tienen la capacidad para restablecer el cuerpo, el corazón y la mente, pero es necesario traer a nuestro cuerpo su memoria, honrando siempre el tejido de sabiduría de las ancestras.
Lavanda ·Sentir la tristeza deviene de una serie de inseguridades que han plantado en nosotras, solo nos basta con poner un poquito de lavanda debajo de nuestra almohada cada noche, con ella vamos a aliviar la tensión, esta dificultad para comunicarnos con nosotras mismas y así ir sacando el miedo.
Romero·Este lo podemos tener en una macetita cerca de un lugar en el que encontremos calma, puede ser en nuestra habitación, en la sala, en el jardín. El romero nos va a ayudar a escuchar nuestros pensamientos más a fondo, regalémonos un momento para la escucha interior. Su aroma va a disminuir la confusión y nos ayudara a adaptarnos mejor a los cambios.
Naranjo El naranjo es una florecilla maravillosa porque nos restaura la energía, eso que justamente nos hace tanta falta en los periodos de tristeza. Vamos a colocar 4 o 5 hojitas para prepararnos una infusión, aprovechamos el momento para quizá escribir lo que nos está doliendo, porque otra de sus propiedades es que nos inspira a la creatividad, disminuye el aburrimiento, nos quita la rigidez que sentimos en el cuerpo.
GERANIO La tristeza nos llena de un sentimiento de desprotección y de abandono, para esto podemos valernos de tener cerca un geranio. Solo basta con mirarle, olerle y dedicarnos a su cuidado, con ello la confianza que hemos perdido en nosotras mismas y nuestra capacidad la veremos volver con su floreo.
MENTA La podemos usar como infusión, 2 o 3 hojitas para medio litro de agua. Con su frescura traerá a nuestra mente pensamientos de libertad y gozo par la vida, evitará el pesimismo que se acrecienta en estos periodos.
CEDRO Cuando uno está triste es muy común que se aísle de todas las personas que nos rodean. El cedro va a fortalecer esos lazos sociales, creando un sentimiento de comunidad. No tenemos por qué pasar esos momentos solas, si es posible vamos a abrazar un cedro y en su tronco se va a quedar toda la desconexión que sentimos con el mundo.
Eucalipto Podemos tomarlo en infusión. Tres hojitas en medio litro de agua, es un sabor fuerte que nos ayudara a aumentar la fuerza, fuerza que necesitamos para enfrentar esta emoción.
Citronela Aleja el sentimiento de aprehensión al pasado. Tristezas que se acumulan en nuestro corazón y cuerpo relacionadas con un anhelo doloroso del pasado. Un puñito de citronela seca en medio litros de agua hirviendo para tomar como infusión.
Material Extraído del manual; hierbas contra la tristeza, un manual para sanar juntas / barricada de textos libres/ texto; Yadira López.
Pocos caminan hoy a altura de la experiencia
Por Julieta Lomelí Balver
El psicólogo Viktor Frankl pasó por un campo de concentración nazi y se hizo mundialmente conocido a través de su libro El hombre en busca de sentido y por fundar la corriente de la logoterapia. Se ha publicado una conferencia dictada antes de su muerte bajo el título Asumir lo efímero de la existencia, un libro en el que el autor nos introduce en el problema filosófico de la muerte y en las implicaciones que ese problema tiene en nuestras vidas.
Pocos caminan hoy a altura de la experiencia —en el sentido profundo que ello significa—. Nadie se toma muy en serio el peso de las palabras porque su significado ha sido vaciado de la narrativa individual y colectiva que las mantenía hinchadas de sentido.
Por ello, muchos parecen vivir sin acumular experiencia, porque la experiencia implica poner la propia consciencia hacia lo que está fuera. Pero hacerlo no es solo un ejercicio de percepción o de representación de lo externo, sino un compromiso con el ex-terior. De hecho, la raíz de la palabra «experiencia» está en el arrojo de intentar, arriesgar o probar (per) por parte del agente (entia), o sea, del hombre o la mujer que tiene la voluntad de aventurarse a seguir viviendo —a pesar de los riesgos de la enfermedad, soledad, incertidumbre y sufrimiento que todo curso vital trae consigo—.
Como dictó Viktor Frankl en una de sus conferencias de madurez (Asumir lo efímero de la existencia, publicada por Herder Editorial en 2022), «paradójica e irónicamente, sin embargo, la persona que ha encontrado un sentido no solo es feliz, sino que al mismo tiempo tiene una extraordinaria capacidad de sufrimiento».
Pensándolo como un imperativo existencial, «tener experiencia» significa afirmar la vida con amor fati (como diría Nietzsche). Esto quiere decir que, ante una fatalidad que vacíe de significado nuestra existencia, el reto consistiría en volver a encontrarle el sentido por medio de un ejercicio de resiliencia, suturando con un nuevo sentido las heridas del pasado.
Escribe Frankl que incluso en una «coyuntura de un destino ineludiblemente trágico es posible encontrar sentido, atestiguando así la capacidad que el ser humano tiene de transformar una tragedia personal en un triunfo, de crear un logro de un sufrimiento». Así, el construir experiencias con «sentido» significa rebelarnos ante el carácter efímero de lo cotidiano.
De este modo, Frankl cree que, si no existiera la muerte, si la naturaleza de finitud no acechara los límites de nuestra consciencia, quizá nos veríamos encerrados en la cárcel de la repetición y del hastío. Nos veríamos atrapados en un presente eterno en el cual podríamos tanto tomar decisiones y acciones rápidas como también aplazarlas eternamente porque sería lo mismo actuar dentro de unos días o unos años.
Construir experiencias con «sentido» significa rebelarnos ante el carácter efímero de lo cotidiano
El tiempo, la existencia
En este presente eterno, nuestros planes perderían el sentido de «ser planes», ya que la idea de «proyecto» está ligada a la consideración del futuro, pero de un futuro limitado, un futuro ante el cual se tiene que tomar acción desde el presente. Y es que la palabra proyecto tiene su raíz en el latín proiectus, que nace del verbo proicere. Etimológicamente, tener un proyecto significa ir hacia delante (pro-) lanzándose desde el presente (-iacere), es decir, lanzarse al futuro desde este instante en el cual asumimos un compromiso con lo que viene.
Solo podremos colorear con intensidad un mayor sentido a nuestros días así: considerando que tenemos un tiempo de vida concreto, un tiempo que termina, uno a partir del cual podemos —o no— moldear nuestra existencia de la mejor manera. Escribe Frankl al respecto:
«Únicamente ante la muerte, solamente bajo la presión de la finitud temporal de la existencia humana, puede tener sentido actuar. Y no solo actuar, sino también vivir. Y no solo vivir, sino también amar y también cualquier cosa que se nos imponga soportar y sufrir valerosamente».
Pero, como dije al inicio, muy pocos caminan a la altura de lo que significa consagrar la vida a experiencias profundas. Pocos sienten la vocación de merecer una existencia iluminada por un sentido sustancial (y mucho menos en un siglo en el cual la inmediatez y el nihilismo marcan el destino de la humanidad). Pareciera que ya no hay tiempo suficiente para detenerse en sentimentalismos, pero sí para cuantificar los afectos o para usar y desechar rápidamente objetos, relaciones y personas sin el menor reparo de haberse vinculado a ellos más allá del sinsentido.
Saborear las mieles de la experiencia exige —tal como conseguir el hechizante sabor y aroma de un buen vino— tomarse muy en serio el tiempo, demorarse en el empeño de florecer, comprometerse con extraer del tiempo el mejor sentido. Frankl pensó también en ello a partir de una hipótesis radical, pensó en una máxima que nos pusiera al límite, que nos hiciera virar el timón de nuestras vidas hacia una narrativa más consciente, más reflexiva de lo que estamos haciendo. A salir del automatismo existencial y de la falta de ética y responsabilidad, con la cual transitamos nuestros días, para así explotar el mayor —o mejor— sentido posible en cada situación:
«Vive como si vivieras por segunda vez y como si la primera vez lo hubieras hecho tan mal como estás a punto de hacerlo ahora […] ¿Qué formidable y potente llamamiento supone esto, exhortar a que nos esmeremos por sacar de la situación que sea el mejor sentido posible, a que intentemos hacer realidad la posibilidad de sentido desde el espíritu de la responsabilidad? Y eso quiere decir, entre otras cosas, dar un volantazo —incluso en el último momento— en vista del peligro de hacer algo tan mal que un día podríamos lamentar… pero no enmendar nunca».
Pareciera que ya no hay tiempo suficiente para detenerse en sentimentalismos, pero sí para cuantificar los afectos o para usar y desechar rápidamente objetos, relaciones y personas sin el menor reparo de haberse vinculado a ellos más allá del sinsentido
Sin embargo, como en el siglo de Frankl, hoy, a pesar de la amenaza de la finitud, nos hemos degradado a vivir al día, a un hedonismo facilón impuesto por la banalidad de la inmediatez, por el consumo de objetos, de cientos de mensajes, imágenes y estímulos que bombardean y agotan nuestra consciencia. Estamos construyendo una patria en la in-ex-periencia, en la privación de adquirir pericia, de probar o arriesgarse con lo ex-terno, con eso que sí implica un verdadero reto y no es una meta inmediata: la de salirse del propio yo, volarle los sesos al narcisismo para comprometerse con lo otro, con los otros.
Yo sigo creyendo que se le puede arrancar un profundo sentido a la acción de amar, pero no solo en el ejercicio individual de amar lo que hacemos, o de amar la vocación con la que trazamos una carrera profesional exitosa, sino también en esa experiencia desinteresada de fusionarse con el otro, o con los otros a quienes amamos; esto significa, como escribiría Frankl, «vivenciando algo o vivenciando a alguien. Y vivenciar a alguien en esa condición única e irrepetible significa amar a esa persona».
Ferran Ramon-Cortés
Hay un momento oportuno para abordar el conflicto, y nunca es el inmediato posterior a cuando ha sucedido. Tampoco hay que esperar demasiado porque no es cierto que el tiempo lo cure todo: en muchos conflictos, el tiempo simplemente los pudre.
En el hall del campus universitario, un joven cabizbajo andaba deambulando sin dirección. Se le notaba tenso, preocupado. Tras unos instantes de titubeo, se sentó en un banco. Nervioso, movía compulsivamente una pierna mientras meditaba algo. De repente, oyó una voz que le interpeló diciendo:
–Algo te preocupa.
Levantó la cabeza y se encontró sentado a su lado un hombre mayor, con aspecto de profesor jubilado. En su desesperación, y sin pensarlo dos veces, se lanzó a contarle:
–Sí, sin duda. Acabo de tener un encontronazo con una compañera y me siento fatal. Por todo lo que me ha dicho ella a mí, que me va a costar digerirlo, y por todo lo que le he dicho yo a ella, que seguro que le ha dolido. No se cómo arreglarlo y necesito hacerlo cuanto antes.
–Mi nombre es Max. Me encantará ayudarte.
–Pues yo soy Nacho y me encantará que me ayudes. Dime, ¿qué hago?
Max percibió su ansia por recibir un buen consejo, así que se apresuró a contestar:
–Espera, espera, que mi intención no es resolvértelo, sino ayudarte a que tú lo resuelvas. Así que me temo que vamos a tener que hacer un pequeño camino… Cuéntame, ¿qué ha pasado exactamente?
El joven respondió entre titubeos:
–Pues te lo puedes imaginar: le he dicho que me había dejado tirado con el trabajo que estamos haciendo y se ha puesto hecha una fiera. Entonces yo me he encendido y nos hemos dicho de todo.
Max escuchaba, atento, y tras dejar unos instantes de silencio preguntó:
–¿Y cómo estás ahora?
–Pues sigo indignado, porque es cierto: ¡me ha dejado tirado! Pero, por otro lado, no soporto estar así, necesito resolverlo. Creo que voy a hablar con ella ahora mismo.
Max intuía cómo acabaría aquella conversación si lo dejaba marchar en ese estado, así que le hizo una propuesta.
–Mira, Nacho, harás lo que consideres oportuno pero no sin antes compartir un buen café con leche conmigo.
Nacho accedió resignadamente y juntos se dirigieron a la cafetería.
Se sentaron en una mesa y Max tomó la iniciativa:
–Espérame un minuto que voy a por los cafés con leche.
Se dirigió a la barra e hizo una petición algo extraña: un café con leche con la leche hirviendo, y un segundo café con leche, corto de café y con la leche fría, directamente de la nevera.
Con sus dos tazas, y ante la extrañada mirada del camarero, se dirigió a la mesa. Le entregó el café hirviendo a Nacho, sin advertirle de nada, y dejó que lo sorbiera.
– ¡Ahhhhg! Está quemando. Me he abrasado…
Max, absolutamente consciente de lo que hacía, intercambió las tazas.
–Disculpa, prueba con este.
Nacho cogió la otra taza y, tras comprobar la temperatura con las manos para cerciorarse de que esta no quemaba tanto como la anterior, tomó un buen sorbo:
–No quema, pero, ¡está horroroso! Está frío y sabe a leche de nevera.
Y dándose cuenta de que aquello no podía ser accidental, le preguntó:
– ¿Cuál es el juego?
Divertido, Max se quiso explicar enseguida.
–Verás, Nacho, los conflictos son como el café con leche. Si está demasiado caliente, te abrasas. Si, por el contrario, está demasiado frío, deja mal sabor.
–No estoy seguro de estarlo entendiendo.
–Hay un momento oportuno para resolver un conflicto, que no es ni justo cuando ha sucedido (es el café con leche hirviendo, que abrasa) ni pasado mucho tiempo (es el café con leche demasiado frío, que deja mal sabor). Y tu sabiduría consiste en detectar cuándo es ese momento. Porque las ganas y las prisas por resolverlo pueden hacer que lo intentes resolver con tus emociones aún a flor de piel, y no funcionará. Y por el contrario, si dejas esperar demasiado tiempo, la otra persona ya se habrá formado sus juicios, ya habrá sacado sus conclusiones, y puede ser muy difícil resolverlo.
–O sea, que tengo que dejar que el café con leche se enfríe un poco…
– pero no demasiado.
–Pero es que el tema me remueve por dentro.
–Y es bueno que sea así. Aprovecha para contactar con esos sentimientos que te vienen. Piensa en lo que ha ocurrido, pero tú solo. Sin hablar aún con ella. Ordena tus ideas y tus sentimientos. Solo cuando sientas serenidad será el momento oportuno.
– ¿Y si no la siento nunca?
–Significa que no estás trabajando dentro de ti el conflicto. Que no estás sabiendo ver más allá de tu supuesta razón. Es decir, que estás recalentando el café con leche una y otra vez y cada vez sabe peor…
Nacho sintió que aquello tenía todo el sentido del mundo. De hecho, podía rememorar conflictos que había intentado resolver demasiado pronto, y ciertamente se había quemado. También podía recordar los que había intentado resolver tarde, cuando las cosas estaban ya frías.
Inmerso en sus pensamientos, volvió a tomar la taza de café con leche caliente.
Había pasado un tiempo y ya no quemaba, de hecho estaba riquísimo y pudo terminárselo entero. Fue al levantar la vista cuando se dio cuenta de que frente a él no había nadie. El tal Max había desaparecido. Era como si nunca hubiera estado allí. Dos tazas (una de ellas vacía) eran el único testigo de aquel supuesto encuentro.
“Mientras la muerte siga siendo un tema tabú, no vamos a poder honrar la vida”
Cuando la última etapa de la vida se acerca, el ser humano que se está despidiendo necesita un espacio de contención, escucha y hasta cumplir algunos deseos que podrían quedar truncos en breve. Cuando para la medicina tradicional ya no hay más nada para curar, el foco entonces será cuidar. Tomás Olivieri Acosta hace doce años que entendió que su misión es acompañar emocional y espiritualmente a personas que por enfermedades avanzadas se encuentran próximas a morir.
“Vivimos como si nunca fuéramos a morir y morimos como si nunca hubiéramos vivido”, repite varias veces. Formado en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Tornú, se dedica de manera voluntaria, sin remuneración, junto a un equipo de colaboradores, a través de su espacio “En el final de la vida”, a esa asistencia que muchos quisieran evitar. Se trata de compartir uno de los momentos más íntimos y trascendentales de la vida. También, producto de su experiencia, hace cuatro años que brinda talleres de “Duelo laboral” dentro de las organizaciones cuando fallece un empleado. “La muerte en cualquier ámbito nos actualiza muertes pasadas y por eso nos moviliza tanto -explica. Por eso se necesita tener un espacio para poder hablar y expresar lo que sentimos también en el ámbito laboral. Los compañeros de la persona que falleció estuvieron muchos años diez horas por día juntos pero ¿qué pasa después con ellos?. Lo primero que se replantean es qué están haciendo con su vida, porque la muerte le pasó por al lado. De eso se trata el duelo, para readaptarnos a nuestra realidad. Las empresas tienen mucho miedo al taller pero cuando lo realizan, no lo pueden creer. El problema habitual es que ese empleado hace su propio duelo como puede, lo mete debajo de la alfombra y sigue”.
La muerte sigue siendo un tema tabú. ¿De eso no se habla?
Negamos la muerte porque nunca empezamos a vivir ni terminamos de ser lo que realmente somos. El día que todos tomemos conciencia de que para tomar contacto con la vida tenés que encontrarte con la muerte, la gente va a hacer un gran salto. Como sociedad creo que la mayoría de las personas están muertas en vida porque no incorporan la dimensión de la muerte. Mientras la muerte siga siendo un tabú, no vamos a honrar la vida y seguiremos sobreviviendo. Si existiera una aplicación que te puede decir el día que te vas a morir y que a cada momento te recuerde cuántos días te quedan, ¿la usarías o no? Para mí sería muy bueno porque la gente no vive intensamente su vida.
¿La resistencia al tema tiene que ver también con el ideal de la juventud eterna?
Todo tiene que ver con el parecer. Nosotros valemos por lo que hacemos y tenemos, no por lo que somos. La muerte te enfrenta con tu ser. Cuando a la gente la vinculas con esto en definitiva se tiene que preguntar qué está haciendo con su vida. El día que todos tomen conciencia vamos a consumir la quinta parte, se van a acabar tantas cosas materiales que hoy tenemos sin ningún sentido. Al sistema le conviene que nosotros sigamos dormidos con esto. Hay mucho vacío existencial que se termina llenando con objetos externos.
¿Por qué cree que muchas personas no se sienten capaces para acompañar a un familiar que está viviendo su último tramo de vida y piden ayuda?
Porque no tienen elaborada su propia muerte y eso lo proyectan a la persona que está por morirse. Hay mucha gente que muere rodeada de gente pero sola. Porque cuando te estás por morir se te abre una sensibilidad enorme y necesitas alguien que te pueda acompañar desde esa conciencia. Cuando percibe que sus familiares no están a la par, entonces se cierran. El que está muriendo termina acompañando a los que lo rodean, todo al revés. El día que morimos dejamos todo lo que tenemos y nos llevamos solamente aquello que dimos. Una persona que vivió ayudando a otros, el día que se está por morir, después de haber honrado la vida, lo siente como una celebración. Nuestro trabajo es que el paciente pueda transmutar del enojo a la paz, de la negación a la aceptación.
¿Qué cambios o transformaciones hizo la sociedad con el duelo a lo largo del tiempo?
Antes, hace cien años, la gente se moría mucho mejor que ahora, en su casa y la muerte estaba incorporada a la vida de la familia. Desde que empezó más la tecnificación, la gente muere cada vez más en hospitales y aislada de sus seres queridos. La sociedad tiende a rechazar el sufrimiento y la muerte. Algunos mueren con todos los lujos pero solos.
¿Cuáles son los arrepentimientos que más escuchó de los pacientes que asistió?
Lo que más detecto es aquellos que no dijeron lo que querían decir. Por ejemplo: un padre que no pudo expresar en palabras todo lo que quiere a su hijo. A veces un hijo quiere que su padre le diga mil veces te amo a que le deje la casa como herencia. El poder de sanación que tiene expresar lo que sentimos a los seres queridos, para los que se están muriendo y para los que se quedan acá, es clave. No tenemos que dejar nada pendiente. Hay un trabajo que realizó una enfermera australiana, Bronnie Ware, que habla de los cinco arrepentimientos más comunes de la gente antes de morir. El primero de todos es no haber hecho lo que quería hacer. Estos son los dos arrepentimientos que más escucho.
Por: Alejandro Czerwacki
Por Joan Garriga
Son tiempos caóticos y creativos, originales e inciertos, turbulentos y esperanzados para el amor en las parejas. Algunos estudiosos han acuñado el concepto de “monogamia secuencial” que viene a anunciar lo que todos ya percibimos –unos con cierto alivio, otros con más añoranza-: el funeral de “la pareja para toda la vida”. Monogamia secuencial significa que, hoy por hoy, las personas tenemos estadísticamente muchas probabilidades de tener entre dos, tres o más parejas consecutivamente a lo largo de una vida con la consiguiente complejidad de formatos familiares y de convivencia que acarrea y, sobre todo, con un alto precio en estrés emocional, afectivo y vincular. Nunca como ahora habíamos enfrentado de forma masiva tantas exigencias emocionales y tránsitos dolorosos. Amarse, unirse, vincularse, crear, separarse, desprenderse, volver a empezar, son cualquier cosa menos trámites desde la frivolidad. Golpean las cuerdas que más intensamente vibran en nuestras almas, las del amor y el desamor.
Son tiempos presididos por la libertad individual. Una premisa discutible pero no cuestionada por la mayoría de personas es que somos dueños de nuestra vida y no al revés, que también tendría sentido, a saber, que pertenecemos a la vida y a sus propósitos. Los designios individuales priman a los comunitarios. De hecho, en sociedades tecnológicas se desdibuja el sentido de lo colectivo y de lo trascendente y las personas se refugian en un rabioso norte auto referencial. En la actualidad las personas nos sentimos sin esfuerzo el centro del universo, y la presencia de las dificultades que la vida trae nos empuja a salvar el propio barco, el yo tan preciado, olvidando el marco grande del nosotros, del destino común. Así ocurre también en la pareja.
Las parejas han perdido sentido comunitario y, en general, ya no se encuentran insertadas ni apoyadas por una comunidad significativa, ya sea familiar o de convivencia. Por tanto, cuando rugen los conflictos y los desacuerdos, cuando surgen las desavenencias, cuando la trama de los hijos pone a prueba la fortaleza de la pareja, cuando las inclemencias económicas o de salud golpean, cuando los estilos afectivos aprendidos en la infancia colisionan, él y ella, no encuentran espacios de apoyo, sosiego y alivio en otros y en la comunidad, y es tanto lo que esperan el uno del otro que resulta demasiado. Ante la tensión, la frustración y el dolor, giran de nuevo hacia el yo, se escoran hacia el único refugio seguro, sí mismos. Consecuencia: la separación. Siempre dolorosa, hiriente, difícil de integrar. ¿Cómo soltar donde pusimos tanto? ¿Cómo replegar el corazón cuando fue tan expansivo?
En la mayoría de las culturas el vínculo de la pareja, especialmente de la pareja convertida en progenitores, tenía un valor sagrado, reverente, de culto y servicio a la vida. La pareja vista como realización en el amor y en la sexualidad al servicio de la comunidad y de la vida.
El peligro que se cierne hoy ante la incertidumbre y el estrés de lo afectivo es la pérdida del sentido de lo sublime y lo misterioso en el vínculo de la pareja. Ante el dolor que se avizora en el horizonte, ante la inseguridad de los modelos, la tentación es ceder a una materialización de lo humano y de los vínculos, en los que el otro es visto como bien de consumo, efímero y fungible. Pero el ser humano necesita completarse a través de lo que le falta que siempre es el otro y, generalmente, para el hombre la mujer y para la mujer el hombre. La pareja nos completa, pero no el sentido de media naranja que encuentra su otra media, sino que a través del otro conseguimos experimentar la plenitud. Y no sólo la pareja; cuando el otro es verdaderamente un Tú surge el Yo en su grandeza. Como lo decía el filósofo y rabino Martin Buber, el verdadero encuentro humano se da en el Yo-Tú y no en el Yo-ello. El verdadero ser de cada uno se encuentra a través del reconocimiento del Tú.
La trampa fácil es la desesperanza. La salida cómoda es despojar de alma lo humano. El camino difícil es el del amor y el dolor, justo lo que nos hace fuertes y verdaderamente humanos. Una separación casi nunca es un trámite, es un desgarro en el alma y nos aboca a la proeza de transitar sus tempestades emocionales y realizar nuevos aprendizajes para salir fortalecidos en dirección a una nueva relación si es lo que deseamos.
He optado por iniciar este artículo haciendo una reflexión más sociológica que psicológica en una primera línea de abordaje, pues hemos de reconocer que para aligerar culpas y auto reproches por nuestros fracasos amorosos ayuda que nos sintamos participes de un movimiento social que trae sus propia reglas y exigencias y nos aboca al actual caos amoroso en el cual no hay más brújula para orientarse que la sumisión a los procesos sentimentales y emocionales de cada uno, desdibujados los carriles sobre lo correcto o lo incorrecto. Trataré de iluminar algunos mitos o errores comunes que desembocan en separaciones y como cada uno de ellos puede ser una oportunidad de aprendizaje y reorientación para posteriores relaciones.
Buscar la felicidad en el lugar equivocado
Es dudoso que el sentido de la pareja sea proveer de felicidad a sus miembros pero es común soñar que la felicidad llegará con la unión perfecta con el otro, como si ésta se tratara del calmante de todos los males, una suerte de elixir que nos hace invulnerables y realiza la esperanza de reposar confiados en el añorado seno materno.
Que la pareja nos dará la felicidad es una creencia tan extendida que si uno la cuestiona se arriesga a hacerse enemigo de los ilusionados. Sin embargo, si preguntamos a parejas consolidadas suelen contestar que la pareja no les ha dado estrictamente felicidad tal como la esperaban, sino una ardua, agria y dulce tarea interior y de crecimiento, y la compensación es más bien un sentimiento de dulzura, alegría, unión y compromiso en el camino común. Proporciona con suerte la alegría y la dulzura de saberse juntos y confiables en un camino común.
Sabiendo que la progresión de la pareja exige un buen número de penosos ajustes en el ego personal resulta un tanto infantil mantener intacta la creencia de que debe proporcionar la felicidad. Según palabras de San Agustín la felicidad consiste en tomar con alegría lo que la vida nos trae y en soltar con la misma alegría lo que la vida nos quita. Seguramente la felicidad tiene más que ver con una actitud ante la realidad que vivimos que con la realidad misma. Somos felices cuando conseguimos apreciar y fluir con lo que nos toca vivir en lugar de hacerlo depender del estricto cumplimiento de nuestros deseos y nuestros cambiantes pensamientos y sentimientos.
Sería un gran paso liberar a nuestras parejas del peso de tener que hacernos felices y liberarnos a nosotros mismos del peso de hacerlas felices para que paradójicamente la felicidad pueda ser mayor. Sería más prudente y sabio tener simplemente la expectativa y el ofrecimiento de un cierto bienestar y realización en el intercambio y en la relación. Una buena orientación para abordar una nueva relación es liberarla de la expectativa de que nos haga felices asumiendo la tan proclamada idea llena de sentido común de que nada ajeno nos hará felices. Que la felicidad empieza en uno mismo y entonces, como el aceite, se extiende hacia los demás.
Autor: Aidé Mabel Fernández
Ninguno está ajeno a lo que pasa.
Es tiempo de preguntarnos cuanto tenemos de responsabilidad en los hechos cotidianos que percibimos ajenos a nosotros.
Una postura optimista anta la vida nos muestra diariamente, favorece y da fuerzas para seguir viviendo. Todos decimos aspiro a estar mejor, pero… ¿Cómo se logra?
Tal vez, tendríamos que entender que el caos que percibimos, junto con la destrucción de los valores, llevan a una sociedad que tienen como fin remover impurezas y que esto es así para que en nuestro próximo futuro la vida sobre la tierra sea bella y ordenada.
Debemos todos aportar, aunque sea una palabra de aliento a quien lo necesite. Si decimos todo está mal, también es tiempo de preguntarnos ¿en cuánto contribuimos para que deje de estarlo?
Si tenemos parte de culpa, que haremos ahora para que las cosas cambien.
El mundo es un reflejo de nuestros pensamientos, ya que estos crean nuestra realidad.
Purifiquemos nuestra manera de pensar.
Oremos sin importar dogmas ni credos.
Al orar expresamos amor. Y el amor atrae más amor
Aidé Mabel Fernández / 2019