¿Sientes que no tienes suficientes horas en el día para hacer todo lo que quieres? En pleno siglo XXI esta sensación es muy normal. A las largas jornadas laborales, hay que añadir las tareas del hogar, el cuidado de nuestros familiares, como ancianos e hijos, y también esos ratitos de ocio tan necesarios para desconectar.
Así, las 24 horas que tiene un día pueden hacerse muy cortas y es posible, cuando llegue la noche, que te des cuenta que no has podido hacer todo lo que querías. Aunque se trata de uno de los grandes problemas de las sociedades actuales, lo cierto es desde hace siglos el ser humano ha reflexionado sobre la fugacidad del tiempo.
Ya lo hizo, por ejemplo, el filósofo Lucio Anneo Séneca en su obra Sobre la brevedad de la vida, en la que dejó una profunda reflexión acerca sobre nuestras prioridades y la manera en la que organizamos las horas.
“No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho.”
Con este pensamiento, el filósofo, pone de relieve que el problema no es la falta de tiempo, ya que todos tenemos las mismas 24 horas al día para hacer todo lo que necesitemos, sino todos esos ratos en los que gastamos el tiempo en cosas que no merecen la pena.
Séneca quería poner de relieve que el tiempo es uno de nuestros bienes más preciados y que debemos aprovecharlo sabiamente. Cabe señalar que, por aquel entonces, las sociedades no tenían ninguno de esos elementos que actualmente nos distraen tanto, como pueden ser los móviles, las redes sociales o la televisión. Sin embargo, sí que eran conscientes de lo efímero del tiempo, por lo que la expresión sigue estando de plena actualidad.
El Tempus fugit de Virgilio
Sobre esta preocupación por el tiempo ya había reflexionado previamente el poeta Virgilio en su obra Las Geórgicas, publicada entre los años 29 y 19 a.C. En ella publicó la frase “sed fugit interea fugit irreparabile tempus”, que se traduce como “pero huye entretanto, huye irreparablemente el tiempo”, de la cual nació la expresión Tempus fugit (el tiempo vuela).





